La Plaza de San Pedro estalló en júbilo. Una densa fumata blanca emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina, confirmando lo que millones de fieles esperaban: la Iglesia Católica ya tiene nuevo Papa. Tras dos intensas jornadas de deliberación a puertas cerradas, los 132 cardenales electores alcanzaron el consenso necesario para designar al sucesor de Francisco.

El nuevo pontífice fue elegido tras obtener el respaldo de al menos dos tercios del cónclave, es decir, 89 votos. Su identidad será revelada en las próximas horas desde el emblemático balcón central de la basílica vaticana, junto con las primeras palabras del nuevo pastor de la Iglesia universal.

El fallecimiento de Francisco marcó el fin de una etapa caracterizada por una apertura inédita: inclusión, reformas estructurales y una insistente invitación al diálogo marcaron su legado. Ahora, el elegido hereda una Iglesia en pleno proceso de transformación. ¿Optará por continuar esa línea o regresará a las formas tradicionales del catolicismo más conservador?

Entre los nombres que resonaron con fuerza antes del anuncio figuraban perfiles dispares: desde el cardenal africano Robert Sarah, conocido por su postura doctrinal firme, hasta el carismático Luis Antonio Tagle, de raíces filipinas y españolas, cercano al pensamiento reformista de Francisco.

Mientras los fieles esperan conocer el rostro del nuevo Papa, el Vaticano se prepara para un nuevo capítulo. El humo blanco no solo señala un nuevo liderazgo; también marca el comienzo de definiciones clave para el futuro de más de 1.400 millones de católicos en el mundo.