El Kremlin ha elevado este jueves las tensiones con la OTAN al acusarla de «escalar las tensiones» en el conflicto de Ucrania al incitar al país a utilizar armamento occidental contra objetivos en territorio ruso.

«Nueva fase de escalada», según Dmitri Peskov, portavoz de la Presidencia rusa, quien aseveró en su rueda de prensa diaria que esta estrategia de la Alianza Atlántica solo conducirá a «un gran daño» a los intereses de los países que la promueven.

Las acusaciones se producen tras las declaraciones del presidente ruso, Vladímir Putin, quien advirtió a Europa con «graves consecuencias» si se permite a Ucrania atacar territorio ruso con armamento occidental.

«Pequeños países, densamente poblados», mencionó Putin en referencia a las posibles repercusiones, remarcando que «deben ser conscientes de con qué están jugando».

Estados Unidos se desmarca. Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, aseguró en Moldavia que su país no ha alentado ni facilitado ataques fuera de Ucrania. Enfatizó que «Ucrania tiene que tomar sus propias decisiones sobre la mejor forma de defenderse».

Cambio de política. Sin embargo, más de una decena de países aliados de Ucrania, incluyendo Francia, Reino Unido, Dinamarca y Países Bajos, han levantado recientemente la prohibición que impedía el uso de armamento occidental contra objetivos en territorio ruso.

Reino Unido, a principios de este mes, fue el primero en eliminar esta restricción, y según un consejero del Ministerio de Industrias Estratégicas de Ucrania, sus misiles de largo alcance Storm Shadow ya están siendo utilizados por Kiev para atacar la retaguardia enemiga.

Alemania y Estados Unidos, dos de los principales proveedores de ayuda militar a Ucrania, podrían ser los próximos en sumarse a esta nueva política.

Consecuencias inciertas. La decisión de permitir ataques contra objetivos en territorio ruso marca un punto de inflexión en el conflicto, y aún se desconocen las repercusiones que esto tendrá en el desarrollo de la guerra.

Las amenazas de Putin, la respuesta de Blinken y la nueva postura de los aliados occidentales configuran un panorama complejo y cargado de tensión, donde las consecuencias a largo plazo aún están por definirse.